Otro de los temas más destacados en Cernuda es la figura del poeta como hombre
divino, en la más pura tradición del romanticismo, un ser marginado y solitario
que trae la voz de la divinidad. Elevado el poeta, se aleja del contacto con
los demás para dejar entre los hombres su don sobrenatural, su voz horaciana
con la que expresa lo que otros no podrían.
En este sentido, la función del poeta en Cernuda
entronca con los románticos, sobre todo con poetas alemanes como Novalis o
Heine. Entre los españoles, quizá sea lo más parecido el genio de Bécquer. La
figura del poeta es una obsesión desde Hölderlin, a quien tradujo Cernuda. Así
se refleja en un poema suyo que bien puede ponerse en relación con la función
del poeta en Cernuda. Se trata de "El oficio de poeta" y en él se
describe la llegada del dios Dionisio, mensajero de la
divinidad, viene como el poeta a despertar a los durmientes "Y tú, ángel
del día, no vas a despertar a los que aún duermen?"
Pero para Cernuda, que no sólo se empapó de los
clásicos españoles y europeos, sino de la Antigüedad grecolatina, el poeta ha
de expresar ante todo la mayor y más trágica paradoja que se guarda en el pecho
del hombre, la contraposición entre la realidad y el deseo, una antítesis
desdichada que marcará su concepción de la poesía.
El poeta es, por tanto, un “elegido”, bien sea por
Dios o por el Demonio. Es un ser maldito, marginado por la sociedad, hecho del
que deriva su soledad total.
En el caso de Cernuda, esa condición de maldito,
de diferente, viene reforzada por su forma distinta de entender el amor. Su
homosexualidad choca frontalmente con los usos y las normas propias de la
sociedad burguesa a la que pertenece y en la que vive. Como consecuencia del
sentimiento de diferencia, la actitud del poeta sevillano frente al mundo se
definirá por la rebeldía y por el sentimiento de frustración provocado por el
choque constante entre la realidad que vive y el deseo de vivir, de amar, de
forma diferente.
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