viernes, 16 de marzo de 2012

Relación con sus contemporáneos



De su obra “autobiográfica” se desprende que Cernuda, desde niño, fue tímido e hipersensible, con pocos amigos y con una tendencia a la soledad contemplativa y a la meditación.

Por sus confesiones literarias  en Historial de un libro, sabemos que es  en la pubertad donde su despertar a la poesía coincide o es simultáneo con su despertar sexual, y, en concreto, homosexual. Se fragua ahí la base del futuro poeta adulto que se siente diferente y marginado, lo que tendrá su especial proyección, tanto en el terreno de la creación poética como en el de sus relaciones con los demás y en su actitud frente a la sociedad.
Cernuda con un grupo de amigos

 En las aulas conoce a Pedro Salinas. Cernuda reconoce desde Historial: "No sabría decir cuánto debo a Salinas, a sus indicaciones, a su estímulo primero; apenas hubiera podido yo, en cuanto poeta, sin su ayuda, haber encontrado mi camino". Entre los dos nace una amistad que Cernuda declara muy beneficiosa para él, pues Salinas le recomienda leer tanto a los clásicos españoles como a los escritores franceses modernos.

En octubre de 1925, por mediación de Salinas, conoce a Juan Ramón Jiménez. Cernuda refleja en su Historial  esa experiencia tan trascendente. Ese mismo mes viaja a Madrid y  se produce su primer contacto directo con los ambientes intelectuales y literarios madrileños. Conoce a Ortega, Bergamín, d’Ors y Guillermo de Torre.

El año emblemático de la Generación del 27, es también un año muy importante en la trayectoria literaria de Cernuda. La revista Litoral, dirigida por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, publica Perfil del aire. Tras la emoción de ver impreso su primer libro, Cernuda tiene que encajar las críticas hostiles que el libro genera. Sólo unos pocos discreparon del calificativo de anacrónico y ajeno a la modernidad que la crítica había adjudicado a su poesía, una crítica que se cebó con él acusándole de copiar a Jorge Guillén.

Cernuda reaccionará en sentido opuesto a las críticas, «aquello que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú», dice en Historial, y escribe Égloga, Elegía y Oda, donde la huella de Garcilaso es más que evidente.

Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Federico García Lorca
Las críticas negativas provocan un sentimiento que arrastrará toda su vida, el de desconfianza hacia la crítica. A ello hay que sumar que los organizadores del homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla en 1927 no lo invitasen. Sin embargo, estuvo presente, pudiendo así conocer a algunos poetas de su generación, como Federico García Lorca con quien inicia una fuerte relación. Dice Cernuda: «Algo que yo apenas conocía o que no quería reconocer comenzó a unirnos por encima de aquella presentación un poco teatral...».

Al alejamiento de la natural evolución de las letras españolas contribuye el aumento de sus lecturas de autores franceses: Aragon, Éluard, Lautréamont, Baudelaire, Rimbaud, Gide..., van poco a poco dejando su huella, aunque Cernuda no exteriorice todo lo que comparte con ellos, su común rebeldía.

 En septiembre  de 1928 abandona Sevilla y pasa una corta estancia en Málaga, donde se relaciona con Altolaguirre, Prados e Hinojosa. Después marcha a Madrid y se mueve en los ambientes literarios. Conoce a Vicente Aleixandre.

En 1930 se reencuentra con Aleixandre y Lorca, en medio del convulso ambiente político y social de esos años. Se acentúan en él su amargura y resentimiento hacia el mundo que lo rodea, tal y como se percibe en su siguiente libro, Los placeres prohibidos, y en las palabras que envía a Gerardo Diego para su antología de 1932: «La detesto [la realidad] como detesto todo lo que a ella pertenece: mis amigos, mi familia, mi país».

En  1936, para festejar la aparición de La Realidad y el Deseo, los escritores le dedican un homenaje en Madrid. Lorca, a quien le ha impresionado mucho el libro, hace la presentación. Aparecen en la prensa artículos elogiosos de Juan Ramón Jiménez y de Salinas.

En 1937 funda, en Valencia, junto con Rafael Alberti, Juan Gil-Albert y otros escritores la revista Hora de España. Desde esas páginas, Cernuda le dedica a Lorca una sentida elegía. Conoce a Octavio Paz.

En febrero de 1938 sale de España para nunca más regresar. Comienza, así, la segunda época de su vida, la del exilio. Lo acompaña, hasta París, Bernabé Fernández-Canivell. Desde París pasa a Inglaterra, animado por el poeta inglés Stanley Richardson. En Londres, donde se encuentra a disgusto, Cernuda visita con frecuencia a Rafael Martínez Nadal y a otros españoles.

En 1952 se traslada a México; allí vive en casa de Concha Méndez, ya separada de  Altolaguirre. En 1955 la revista cordobesa Cántico le dedica un homenaje e inicia sus colaboraciones en la revista malagueña Caracola. Sigue trasladando entre  México  y Estados Unidos. En 1962 la revista valenciana La Caña Gris le dedica un número-homenaje, lo que supone una revalorización de su poesía por parte de la juventud literaria. En 1963 regresa a México. Se halla, en uno de sus momentos más bajos, tanto física como espiritualmente. En  noviembre de ese año fallece repentinamente.

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